jueves, 12 de junio de 2008

"EL TERRITORIO DE LA BESTIA": No pasaste de caimán


El pasado año llegó a nuestras pantallas con un par de años de retraso, dicho sea de paso, una película que acaparó la atención de críticos y aficionados, incluido el mismísimo Tarantino, que hasta le reservó un pequeño guiño en su "Death Proof". Dicha película era "Wolf Creek", el debut como director del australiano Greg McLean, otra vuelta de tuerca a la manida fórmula de "La matanza de Texas". McLean no ha tardado en reincidir en el género y nos trae ahora "Rogue" (no confundir con la productora de cine), una monster movie con cocodrilo gigante de por medio. El director vuelve a su Australia natal, en donde un reportero, el televisivo Michael Vartan, se une a un grupo de turistas guiado por Radha Mitchell, la mamá de "Silent Hill", que sufrirá en sus carnes las consecuencias de adentrarse en el territorio de la bestia al que alude el título en castellano. Cintas sobre reptiles asesinos hay muchas. Quizá demasiadas. No deja de ser loable el intento de ésta por rehuir de los tópicos, aunque la sensación de dèjá vu se hace patente desde los primeros minutos hasta casi el final. Es justo entonces cuando el curso de los acontecimientos toma otro rumbo con el fin de ofrecernos la clásica resolución, a través de una perspectiva menos factible, pero mucho más épica y original. Algo así como lo que sucedía en "Wolf Creek", y es que, McLean repite como un autómata los fallos y virtudes de su ópera prima. Obviando ya el hándicap que supone lidiar con una propuesta que se remonta a "Tiburón", hay que reconocer que "El territorio de la bestia" consigue en cierta medida lo que se propone, o sea, entretener. Ya sea por la amena presentación de los personajes o simple curiosidad por saber cuál de ellos será el siguiente en formar parte del menú del simpático animal, la primera hora pasa en un abrir y cerrar de ojos. Buena parte del mérito radica en una envolvente fotografía de estética cercana al documental. Además, Greg McLean sabe dirigir y eso se nota, tanto en el uso del silencio como en el detalle de omitir los ataques y al propio monstruo, reservando su aparición para la confrontación final. El gore es bastante escaso, no obstante, sus resultones efectos especiales suplen la carencia de más víctimas. Una de cocodrilos, a la que le falta más arrojo y mala leche para poder situarse por encima de la media.

Texto: Manu Riquelme

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