martes, 26 de febrero de 2008

"MONSTRUOSO": Cariño, he agrandado al proyecto de la bruja de Blair



Una de dos, si no sabes de qué película estoy hablando, has estado criogenizado durante los últimos meses o, sencillamente, no tienes Internet. La campaña publicitaria de "Cloverfield" ha sido más viral y monstruosa si cabe que su título en nuestro país. El padre de la criatura es J.J. Abrams, artífice de la popular serie de TV "Perdidos", un tipo hábil donde los haya, que convierte en oro todo lo que toca (lo próximo es Star Trek) y sacó del tedio a la saga de "Misión imposible". Aun teniendo reciente el estreno de "Rec", ambas parten de una premisa sospechosamente parecida: unos jovenzuelos que graban en primicia el ataque de lo que parece ser un descomunal bicho en pleno centro de Nueva York. Visto así, "Monstruoso" podría considerarse un remake inconfeso de "Godzilla". El americano, claro está. No esperéis encontrar a un japo fondón, combatiendo cuerpo a cuerpo con Mothra y demás fauna, de manera que otakus, ni acercarse. No obstante, para alivio del personal, tampoco veremos cómo el vecino americano salva al mundo por enésima vez. Precisamente, lo mejor de un film de esta guisa es la lectura tan pesimista que nos ofrece. No hay ningún mensaje ecológico o sociopolítico oculto entre líneas, como en el caso de la fallida "The Host", y, sin embargo, tampoco puede decirse que esté vacía de contenido. "Monstruoso" se toma su tiempo en ponernos en situación, presentándonos a los personajes en su justa medida, algo de lo que adolecía la mencionada "Rec" y que funciona aquí como motor de la historia. Por un lado, está Rob, que emprenderá una búsqueda desesperada por salvar a su exnovia Beth de las garras del monstruo. Le acompañan, entre otros, su cuñada y su mejor amigo, en quien delega la función de reportero y, ya de paso, sirve de contrapeso cómico. Esta empatía ayuda a hacer partícipe al espectador del realismo de los hechos que ocurren en pantalla. Por supuesto, también descubrimos ciertas incongruencias en el guión, empezando por el propio cámara, que no suelta la misma ni para cagar, o esos bichejos que habitan el metro y cuya credibilidad deja mucho que desear. Volviendo al ámbito interpretativo, el reparto en general está bastante integrado, en especial, Lizzy Kaplan. El director Matt Reeves no deja títere con cabeza y, aunque no hay mucho donde rascar entre plano y plano secuencia, tanto la impresionante puesta en escena como el ritmo apabullante de los acontecimientos, compensan con creces sus mareantes movimientos de cámara. La ausencia de música hasta los créditos finales (el tema central de Michael Giachino es puro Godzilla) es otro punto a su favor. "Monstruoso" no es ni más ni menos que lo que es. Un blockbuster disfrazado, que no pasará a los anales de la historia del cine, pero nos brinda una escasa hora y cuarto de sano entretenimiento.

Texto: Manu Riquelme

jueves, 21 de febrero de 2008

"ALIENS VS PREDATOR 2": Réquiem por un buen crossover



En una de mis anteriores críticas, explicaba el concepto de "what if". Ahora me toca hacer lo propio con el de "crossover". Básicamente, esto consiste en cruzar a dos personajes en una misma historia con el firme propósito de darse de ostias hasta en el carnet de identidad, algo que puede dar lugar a cosas tan divertidas como "Freddy contra Jason" o degenerar en despropósitos del calibre de este "Aliens VS Predator 2". A mi derecha, con una saga por la que han desfilado nombres de la talla de Ridley Scott, James Cameron, David Fincher y Jean-Pierre Jeunet, tenemos a todo un clásico de la ciencia ficción: el mismísimo Alien. A mi izquierda, con un par de películas más que aceptables, está otro peso pesado: Depredador. Si creíais que no hay nada más feo que un Alien, estábais equivocados o no conocíais a los Predaliens, una nueva raza que pretende incubar a sus crías en seres humanos. El combate está servido, con el aliciente de que esta vez la batalla se libra en la tierra. Concretamente, en el eterno pueblo norteamericano al que sólo le falta la doctora Quinn para acabar de ser igual que un telefilm de sobremesa de Antena 3. El resultado es un KO absoluto del espectador desde el primer asalto. Decir que los personajes son planos es quedarse corto, ya que son un esbozo de estereotipos que se convierten en improvisados marines a la primera de cambio. No falta una doble de Ripley venida a menos, ni la niña repelente de turno, como no podía ser menos. Los hermanos Strause (su madre se quedó a gusto) retoman el primer film y lo hacen con un guión prácticamente inexistente, en el que prima por encima de todo la confrontación entre Aliens y Predator. Es más, duele saber que detrás de esto hay algún productor ocioso, a quien le es indiferente si los que se miden el lomo son estos dos, Freddy versus Jason o Mercedes Milá contra el vaquero de Marlboro. La pega es que, cuando por fin se ven las caras, el tan ansiado enfrentamiento se resuelve de manera precipitada y sin un ápice de emoción. A los alienígenas más icónicos del séptimo arte (con permiso de E.T.) les viene pequeño este subproducto que podría pasar perfectamente por serie B, de no ser por el presupuesto de sus FX. No es para menos, teniendo en cuenta que los responsables eran técnicos de efectos especiales hasta hace bien poco. Eso lo explica todo. Un sinsentido dirigido a pajilleros matamarcianos con una videoconsola por cerebro.

Texto: Manu Riquelme

lunes, 18 de febrero de 2008

"30 DÍAS DE OSCURIDAD": Nada nuevo bajo el sol



Barrow es un pequeño pueblo al norte de Alaska, donde el sol no se pone durante la friolera de un mes, haciendo del lugar un restaurante de comida rápida para la plaga de vampiros que merodea por los alrededores. Éste es el prometedor punto de partida de "30 days of night", película que comparte título en castellano (de ahí el cambio) con la curiosa "Frostbitten". "30 días de oscuridad" está inspirada en el cómic de Steve Niles y parecía ser una digna película de vampiros, muy por encima de lo que viene produciendo Sam Raimi (me remito a "Boogeyman" o "El grito") últimamente. Pero, a pesar de que los tres son copulativos: ser, estar y parecer son verbos muy distintos entre sí. Resulta intrigante que el director David Slade pase de hacer algo tan interesante como "Hard Candy", que apela al terror psicológico sin necesidad de derramar una gota de sangre, a esta hemorragia de escenas gratuitas y salpicada de sustos fáciles. Supongo que la pela es la pela. Vale que son ideas diferentes y, por extensión, también lo es su planteamiento, sin embargo, no deja de tener coña adivinar que la trituradora que vemos al principio está puesta ahí a caso hecho, porque alguien tiene que acabar dentro obligatoriamente. Slade pone las cartas sobre la mesa, apoyándose en una fotografía que es lo más destacable del film, y logra mantener el ritmo hasta bien entrado el segundo acto, el cual no tarda en tomar los derroteros propios de un survival, explorado ya en infinidad de cintas habitualmente regentadas por muertos vivientes. Como adaptación, es bastante fidedigna y suprime alguna que otra subtrama innecesaria, dotando a la pareja principal de mayor dimensión que en las viñetas. El guaperas Josh Hartnett cumple de sobras, aunque no termina de dar el perfil de sheriff, y Melissa George se está labrando toda una carrera dentro del género tras "Turistas" y "La morada del miedo". Los chupasangres capitaneados por Danny Huston no salen mucho mejor parados y me atrevería a decir que los dibujados por Ben Templesmith son más carismáticos, pese a que el maquillaje está tan logrado que incluso tenemos a la réplica femenina de Marilyn Manson. Los demás personajes aparecen y desaparecen a su antojo, como en el caso del compañero de Hartnett, al igual que el tiempo pasa de cualquier manera. Me hubiese gustado ver al abuelo después de los créditos, preguntando por su esposa, a lo "Jóvenes ocultos". Por desgracia, el sentido del humor no abunda en los gélidos parajes de Barrow. Otra de tantas películas que pudieron haber sido y no fueron.

Texto: Manu Riquelme

lunes, 11 de febrero de 2008

"LOS CRÍMENES DE OXFORD": No es otro estúpido Código Da Vinci



El público español ha recibido el último trabajo de Álex de la Iglesia con una respuesta un tanto tibia, tirando a fría. Todo se reduce a una simple cuestión de expectativas. El espectador medio y poco curtido en el arte del diálogo entra a la sala confiado en que "Los crímenes de Oxford" es otro thriller amparado en la fórmula de los best sellers de misterio, mientras que los seguidores del director vasco deseamos ver extrapolado su esperpéntico humor a la industria hollywoodiense. Ni sí, ni no, ni todo lo contrario. No he leído la novela de Guillermo Martínez que da título a la película, así que no puedo juzgarla en términos de adaptación. Tampoco puedo ocultar mi más profunda devoción por de la Iglesia, ya que me parece con mucho el realizador más personal e inteligente que el nuevo cine español ha dado de sí. No obstante, cuando analizamos su cada vez más poblada filmografía, a veces olvidamos que no es la primera vez que el autor de las geniales "El día de la bestia" y "Muertos de risa" se va a hacer las Américas y obviamos que en "Perdita Durango" se desmarcó de su faceta más gamberra. Es evidente que Álex de la Iglesia ha madurado, cinematográficamente hablando, hasta el extremo de afrontar el reto de abordar este encargo con una factura inmejorable. Me remito a los brillantes flashbacks o a ese plano secuencia que recorre las calles donde, uno por uno, se disponen los sospechosos a modo de piezas de un tablero, como si de una gran partida de Cluedo se tratara. "Los crímenes de Oxford" nos presenta a Martin, un joven aspirante a matemático, defensor a ultranza del azar, que se hospeda en casa de una vieja amiga del profesor Arthur Seldom, fundamentalista de la lógica, con el fin de que éste le supervise en su tesis. Esta confrontación ideológica desemboca en una serie de asesinatos cuyo denominador común es la arbitrariedad de sus víctimas. Las hipótesis se suceden. John Hurt brilla con luz propia en el papel de Seldom y resulta tan convincente en su discurso que nos creemos todas y cada una de las palabras que emergen de su boca, frente a un correcto Elijah Wood tratando de quitarse el sambenito de Frodo como buenamente puede. En medio de todo está el personaje florero de Leonor Watling, que se limita a enseñar cacho (no seré yo quien se queje) y poco más, pero falta química entre ella y Wood. Sea como sea, su rol es crucial en este triángulo amoroso para ilustrar la obsesión que roza la homosexualidad reprimida del protagonista por Seldom, y queda patente en escenas cargadas de simbolismo como la del aeropuerto. Pasando por alto sus defectos (que haberlos los hay) y centrándonos en sus virtudes, es insultantemente obvio que "Los crímenes de Oxford" es de lejos el film menos reconocible de Álex de la Iglesia. Pero también es un ejercicio bien resuelto en sentido homenaje al maestro Hitchcock (la sombra de Bernard Herrmann es alargada en la partitura compuesta por Roque Baños) y un punto de inflexión decisivo en la carrera del cineasta.

Texto: Manu Riquelme

sábado, 9 de febrero de 2008

"ARMA FATAL": Police party



Después de los zombies, les llega el turno a los polis. Hace cuatro años, una modesta cinta británica llamada "Zombies Party (Shaun of the dead)" sorprendía gratamente a propios y extraños tanto por su pasmoso dominio del género como por el buen hacer de su director, revelándose así como película de culto instantánea. Esta vez, Edward Wright vuelve a ponerse tras la cámara para arremeter contra las habituales fantasmadas del cine de acción, policíaco o "de colegas". Y vaya que si lo hace. Tenemos persecuciones, tiroteos y confraternidad a partes iguales, eso sí, todo ello fundamentado en un sentido del humor que se debate entre lo macabro y típicamente inglés, sin nada que envidiar a los mejores Monty Phyton. Además de firmar el guión, Simon Pegg interpreta a Nicholas Angel, un intrépido agente de policía londinense cuya desmesurada eficiencia le vale un ascenso a sargento, bajo la condición de trasladarse a un recóndito y apacible pueblo en mitad del campo. Allí conoce al que será su compañero de fatigas, Danny, hijo del inspector e incondicional de títulos como "Le llaman Bodhi" y "Bad Boys 2". Juntos descubrirán que un asesino en serie anda suelto sembrando el pánico entre los lugareños. Wright sigue en su línea, flirteando con el gore y haciendo buen uso de los encadenados y transiciones, cosa que se ve reforzada por un montaje sobresaliente y aporta mucha fluidez a la trama. Porque la hay. No os engañéis, a diferencia de la enésima parodia yanqui, "Arma fatal" no se basa en una mera sucesión de gags a costa de otros films del mismo estilo, sino que toma prestados sus convencionalismos, inteligentemente reciclados al servicio de unos personajes entrañables. Al igual que en "Zombies Party", el arma secreta del film reside en su casting (atención al cameo de Peter Jackson), encabezado por los simpáticos Pegg y Nick Frost, quienes posiblemente sean la pareja con mayor vis cómica desde Laurel y Hardy. Pese a que su larga duración se tambalea un poco durante el apoteósico final, ya quisieran los americanos y sus "Scary movies" o "Meet the spartans" acercarse siquiera a la inventiva de "Arma fatal".

Texto: Manu Riquelme