La saga de "Saw" necesita una transfusión urgente. Sangre nueva. Bueno, de sangre la verdad es que anda sobrada. Basta con ver el prólogo de "Saw IV", durante el cual asistimos a la autopsia de Jigsaw con todo lujo de detalles, y digo yo "¿para qué coño practicarle la autopsia a un asesino en serie que ha sido brutalmente degollado?". Éste es sólo uno de los muchos ejemplos de la suerte de despropósitos que constituyen esta cuarta entrega, más cercana ya a una serie de televisión que a una película propiamente dicha, cuyo único interés se basa en un final cada vez más rebuscado y menos original. Sin ir más lejos, en este caso se trata de un pastiche compuesto a base de retazos de las dos primeras partes. Me pregunto si el bueno de James Wan (responsable de la original y director de la recién estrenada "Silencio desde el mal") será consciente del chiste privado al que se ha visto reducida su obra. Un chiste incomprensible para el espectador medio, dado que hay que tener muy reciente "Saw III" si queremos pillar la mitad de las cosas de su continuación. Conste que, hasta ahora, a mí esta trilogía me parecía decente e incluso entretenida pero, si bien la muerte de Jigsaw a priori suponía un agravante, aquí se nos confirma que no hay nada que hacer sin el carismático personaje interpretado por Tobin Bell. En realidad, lo mejor de la cinta son los flashbacks (hay tantos...) protagonizados por él. El resto de personajes, a cada cual más estereotipado, son peones mal definidos y peor conducidos que entran y salen de la trama como Pedro por su casa, a merced de una narración caótica. El tal Darren Lynn Bousman debía estar medicándose cuando la dirigió. Al final uno no sabe si lo que está viendo es pasado, presente, futuro o un flashback del flashback. Un puzzle, a fin de cuentas, mal construido que deja más cabos sueltos de los que ata y poca o ninguna gana de ver "Saw V".
Texto: Manu Riquelme
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